lunes, 21 de julio de 2008

Primera gota

Niña,
que te escondes en los umbrales de la lluvia.
Te he dicho que te quiero de manera imprecisa,
siempre a lo lejos,
como arena ideal.
He bostezado tu nombre mientras dormía
y la tarde sabía ser más noche
y la noche se sentía ahora,
más mañana.
Lloré dos versos indelegables
esos que no digo,
los que vuelcan su infierno en el silencio.
Los de más allá de la nostalgia.
Los de más acá de puro amantes y labios de vino tinto.
Y voy recorriendo tu pasado inextinguible,
como la gota acaricia en el ruedo la nervadura final.
Reí cuando reías de mi gesto de emperador indigente
y tomé tu rostro que colgaba del abrazo,
para encontrar tu imagen en amarillo
No busco
el salto infinito,
ni el paso voraz de la estampida;
sino el simple arrullo de ser dos,
dos frente al espejo;
como dos sombras de una misma imagen,
como dos vigilias a un mismo sueño.

Segunda gota

Desenterré la mano,
la que soñaba ser tierra
y descubrí que había una hendidura en el telón
y que la escena tantas veces repetida podía ser cambiada.
Ahora estoy así,
así de pequeño frente al sol,
diminuto y nuevo como el barco de papel que reclama su alta mar;
con palabras,
con sonidos en la suerte de la luz apagada.
Cuidando el vértice de tu rostro,
como cuido el roce
como cuido el reojo en la mirada.
Y me guardo un camino para cuando estás así de lejos,
así de allá.
Y me guardo un territorio que tiene solo despertar
para cuando el alba canta frente al gallo inmutable
y todo es superficie
y yo tierra,
de nuevo tierra
y otra vez el espesor de las sombras
en el verso innombrable
y otra vez el árbol que es más otoño que la hoja que se seca
y sonrío
cuando me arrastras hasta el vértigo inicial de tu garganta
y venís viviendo
y venís proclamando mi nombre cuando estás en este acá,
en este lado de la mano.
Con los dedos así apretados
así de juntos
así de mismo el dedo mío con el tuyo.

Tercera gota

Suena un piano a lo lejos
como una idea que no hizo aun su aparición en la conciencia
y se acerca tu boca demostrando que el brillo
es una virtud ganada a la oscuridad.
Te miro y me pierdo como un detalle a lo lejos
y traspaso la voz
y me veo en verso,
me voy en cielo
y me cruzo de nombre a la madrugada...
Cuelgo la hora detrás del muro que deja su altura
y se abre el espacio que dejaste para mí.
Te he dicho
es cierto
que te quiero.
Pero no le he dicho así...
así de rostro
así de cuerdo
así,
simple,
como una inconsciente veracidad
y queda el día dibujado en la memoria
y queda el paso agonizante cuando me despido
y ya no estás de este lado de la mano,
y no despertamos en sábanas compartidas
pero vemos que somos dos frente al espejo
y revive el paso agonizante
y resurge el sendero que se apaga de a ratos,
porque soy ese el emperador indigente
que cruza de viento el fuego
para morir en tu abrazo...

La lluvia

La lluvia se vierte en el cuero oscuro de la noche,
como si en ese acto
el tiempo perdiera su condición de última palabra
Y el agua se hace necesaria
y se enreda furtiva en el cuerpo ajeno
Niego entender el sentido de la palabra amor
como todos,
o casi todos
y soy uno más entre los restos de la oración
como un viento que pasa
o un arreo de olas
Pero la mano pudorosa
no ha de soltar la obscena inmensidad del mar
y es ella,
me he dado cuenta,
la que hace llover en este encierro