lunes, 21 de julio de 2008

Primera gota

Niña,
que te escondes en los umbrales de la lluvia.
Te he dicho que te quiero de manera imprecisa,
siempre a lo lejos,
como arena ideal.
He bostezado tu nombre mientras dormía
y la tarde sabía ser más noche
y la noche se sentía ahora,
más mañana.
Lloré dos versos indelegables
esos que no digo,
los que vuelcan su infierno en el silencio.
Los de más allá de la nostalgia.
Los de más acá de puro amantes y labios de vino tinto.
Y voy recorriendo tu pasado inextinguible,
como la gota acaricia en el ruedo la nervadura final.
Reí cuando reías de mi gesto de emperador indigente
y tomé tu rostro que colgaba del abrazo,
para encontrar tu imagen en amarillo
No busco
el salto infinito,
ni el paso voraz de la estampida;
sino el simple arrullo de ser dos,
dos frente al espejo;
como dos sombras de una misma imagen,
como dos vigilias a un mismo sueño.

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